Grande es la gloria
de los desamarrados niños
que en el ombligo habita,
grande la dicción
y la hemorragia locuaz
de la fulgente vagina.
En esta rompiente
que el monte como vientre
parte en dos,
yo te afluyo loco,
la tierra en silvestres crenchas
dividida.
¡Dichosos los pinares fueron nuestros
de las peñas
por joviales manantiales escindidas!
Testuz de la cabra éramos,
y magra teta dura
de la chiva.
Así nuestra primavera,
al aire azul la aulaga
de flor y espina.