LUCIDEZ DE LA FIEBRE
Si no te querían
ahora más que nunca lo sabrás.
Si no te amaron
no tenderán los adjetivos
su voz sobre tu cuerpo.
Habrá un violín premonitorio
para que el ramaje siga llorando,
y una navaja roma
en la urbana agonía de la estrofa.
Mas será otra la revelación del instante,
saber que no ocupará el lugar de tu fiebre,
o tal vez, contagiado por tu cuerpo,
en la curva más alta del deseo,
quiso quererte y no pudo.
Ahora exige el amor una lucidez
que destape el vendaje.
Hay en esa duna pesarosa una aceptación,
un balneario, terma invidente y estancada
donde el poema ingresa,
convaleciente de placer,
chorreante de vida.