Tres túneles
Siempre llegábamos con mucho tiempo de antelación.
-¡El tren no espera a nadie!
Así que desde antes de los primeros claros, tiritando, nerviosa, expectante por sentir el traqueteo, que me trasladaría a otro lugar, a otros horizontes; me esforzaba en acompasar mis pisadas, a las largas zancadas de mi tía y mi madre, que me arrastraban medio en volandas.
La mañana, empezaba a anunciarse, con rosadas claridades y bellos y alegres trinos de ruiseñores y mirlos que ya, rebullían entre las tupidas ramas de los centenarios eucaliptos, que se alineaban en la explanada de la Estación.