El beso
Se parecen las farolas en la niebla
a los ojos de los ángeles,
tu mirada al oro,
la ciudad al paraíso.
La carretera luce sempiterna
y su paz es la que buscan los profetas.
Un momento infinito, arropado
en la calefacción, la niebla y tus labios
que me reclaman cómo único volante.
¿Será nuestro automóvil de Faetón el carro,
y la radio, trompetas
que dan la bienvenida a los bienaventurados?
¿Será este beso de copiloto
eterno como la marea,
como el todopoderoso, como las estrellas?
Si tiene que serlo, sea.
Nuestros cuerpos en el cemento
y nuestras almas sobre la niebla.