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Asomada a tu carne
está tu transparencia.
Sólo tus manos saben que eres una ventana
y en ti el paisaje es un pausaje
por el que el tiempo pasa como si fuera un mirlo
cuya sombra es el mundo,
cuya palpitación al recordar
se encarama a la atmósfera
para lavar
sus estremecimientos en la lluvia.