Contraargumentos
Ya no somos amigos, me espetó.
Sin temblor en la voz, sin patetismos:
—mejor: la ficción en estos casos es agravio—.
No sé qué pretendía, pero sí lo que logró:
dejarme cavilando un dilema legal:
¿Tiene el amigo autoridad para cesar al amigo?
¿Y si yo, con el mismo derecho, le respondo:
De eso nada: no olvides
que has firmado un contrato?
O con más elegancia:
Creí que tu amistad era un regalo.