No sé por qué me urge ahora
acariciar pájaros, y nubes, y flores,
¿es la vida, de ceniza, que despierta
en mí al adolescente, pero ya sin el fuego de palabras?
¿Una desconocida núbil se desnuda,
a estas alturas, con descaro, ante un viejo miedoso?
Pero de un modo oscuro me apremia con su látigo,
con su perfume restallando como un látigo…