IV
Allá donde el deseo no haga esclavos
y la posesión prisioneros te esperaré.
En un lugar al que no salgan arrugas
volveré, lejos de las dudas
sin hacer hincapié en la sombra
del amanecer de la luna.
Segaré los campos de la premura
labrando latidos libres de alma
que dejen pura el alba
al rayar un nuevo día.
Guardaré la vajilla
para comer con las manos
el fruto de los años
de amor por el reloj.
Sembraré las semillas
en los siete mares
para que lleguen a la orilla
desde lo profundo.
Sacando a la penumbra de la luz
para contemplar en claro
la oscuridad de la noche
de la humanidad.
Y nacer un sol sin memoria
que llueva los segundos
en jornadas con los rayos
de una tormenta perfecta.
Que libere a los esclavos,
y a los amos de sus prisioneros.
Mientrastanto, yo me escapo.