LA MUERTE DE KLARA
Le tuve a mi lado, era una estatua temblorosa.
Un adolescente cuyo aliento deshecho
yace anquilosado en la agonía de su madre.
Yo lo sabía todo:
los millones de muertos y los ojos azules,
la tierra quemada y los relámpagos urgentes;
su disciplina infestada de cruces.
Pude haberlo evitado.
Pero yacía ante mí,
inocente aún de todos sus crímenes,
con el dolor más grande apretándole el pecho.
Y me di la vuelta.
Y dejé que llorase la muerte de Klara.