La calidad de la película
Echamos de menos la infancia porque en ella
la calidad de la película
estaba asegurada:
todas nos parecían buenas, todas
nos hacían reír, nos hicieron llorar
o nos metían miedo.
No había otro criterio.
Época la infancia en que ir al cine, ver una película,
no eran todavía una manera de matar el tiempo,
sino un transcurrir de este mundo a todos los otros,
que con asiduidad lo prolongaban,
como quien pasa de una habitación a la siguiente
de la misma y siempre sorprendente casa.
Y si alguien nos decía Tienes
la vida por delante,
pensábamos —y con razón— que estaba loco:
la vida era un desfile que encabezábamos nosotros.