CONSOLACIÓN
¿CUÁNDO fuimos otro por primera vez?
¿Cuándo renunciamos a sentir nuestro propio peso
sobre el trocito de tierra que pisamos,
dejando desatendida el alma
en las indecisas líneas de los montes?
¿Quién susurrando a nuestro oído
nos disuadió incluso de atentar la orilla de esa tierra
con la punta del pie antes de sortearla?
Abunde lo inexplicable,
mecido en la cuna tiene el embrujo
de un relato en torno al fuego;
pero atado al gnomon de la vida
no sirve sino para sentarse a su frugal sombra
y embriagarse con el vinagre del fracaso.
No existe fragancia como la del amor recién nacido.