Desde un rincón de la aldea
Desde un rincón de la aldea,
y protegida del viento helado de las cumbres,
contemplo el sol del atardecer.
La plaza del ayuntamiento
tiene el reloj parado.
Un sillón de color azul cielo-enero
se apoya en la pared de una casa triste
que balbucea,
desde su chimenea sin humo
y sus cerrajes echados,
palabras de abandono y melancolía.
De su tejado penden carámbanos
y gotas que simulan lágrimas de cristal.
Un pastor se acerca a mí con la pausa
que marca el tiempo de sus años.
Me saluda.
Hablamos.
Me fijo en sus pequeños ojos de vidrio gris,
en sus pestañas y barba envueltas en hielo,
en el ingenio de su sonrisa desdentada,
en su ropa humilde.
La noche,
como el pastor,
sigue su curso
por caminos de luna en calma.
Sonríe la vida.
Último día del bisiesto año 2020.