AQUELLA CHIQUILLA QUE ME PRESENTÓ PEDRO
Pálida, tan blanca que parecía cerúlea.
Ojos verdes, profundos, abisales.
Un óvalo de perfección helénica.
Sus hombros pedían un chal de besos.
Su cuerpo, ¡oh!, ¡su cuerpo ideal ¡
Lo esculpió Praxísteles como a su famosa Venus.
No obstante, y a pesar de sus insinuaciones,
la desprecié.
No soporto tanta perfección.