El pastor en La Mancha va de negro,
como lo fue su padre y su abuelo
no conoce ni dios ni infierno,
solo el sol que todo lo abrasa.
Su tez es oscura y su alma pura,
no habla, solo camina,
pues conoce los misterios de la llanura.
De su soledad hizo bandera
y ahora esa es su condena.
Manos en callos labradas
grietas de sequía en sus venas,
áspero manto con embriague de tomillo.