Son días extraños, esperando que mude el viento.
Ese mismo viento que se ha rebelado
y ha cambiado de aires,
que ya llevaba tiempo rebelándose
y al fin nos ha volteado la vida.
Dentro de casa nada ha cambiado,
las mismas motas se siguen derramando
sobre los mismos libros
mientras fuera
una lluvia fina lava la tierra mejorada.
Y de repente, todo juega a ser distinto.
Estamos aprendiendo a mirar con ojos detenidos
cosas que hasta ayer se escondían.
Avanza un Lunes Santo sin pasos en las calles
y el regreso parece tan lejano
como dentro de mil años.
Desde el interior de unas paredes que hoy son jaulas,
dejamos el mundo sin usar.
Quién iba a decir que, de golpe,
la rutina dejaría paso al asombro.