Mujer, ver tus ojos es ver
la más infinita lágrima
y el suspiro más hondo;
es acariciar con la mirada
una piel de cabrito blanca,
porque en tus ojos está la ausencia,
la esencia y el veneno
de olas de mas abarloadas.
Cuando tú miras el cielo
sólo está habitado por tus ojos
y por esa suavidad eternal
que evocan tus pupilas.
La profunda oscuridad y la sombra
desfallecen cuando iluminas,
inusitada por la negra hiedra,
tus iris de nácar.
… Y tu soltura luminosa no es
más que la inmensidad cavernaria
de luciérnagas en el mediodía.